El cepillo de dientes.

Observó la repisa y se percató de la ausencia de pasta dental. En el piso del baño, debajo del lavabo, descansaba un costal de abono.Se inclinó hacia el excremento, hundió su nariz en lo profundo e inhaló. Al convencerse de lo nutritivo y fértil de las heces, sumergió su cepillo de dientes en el saco. Sirvió un vaso con agua, enjuagó su boca... introdujo el cepillo en las mandíbulas y zigzagueó de arriba a abajo. 

Al mirarse en el espejo, una semana después, esbozó una enorme sonrisa, colmada de petunias. 

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