El antifaz

Sin embargo la soledad persiste, porque el eterno gemir de los grillos nunca ha sido un hermano y el lamento del perro nocturno no es más que el pensamiento en voz alta de un vecino que además es extranjero. Y luego inventaron los libros para que yo pudiera refugiarme en ficción y decir que estoy enamorada de un hombre sin rostro porque en la vida me encuentro vagando, encontrando solo rostros sin hombres. Porque la contienda ya parece el parque de recreo y todos salimos a morder el algodón de azúcar junto con los dedos, para que no los muerda el de al lado y así perder la mano pero jamás la dignidad.

Dios me regaló ojos cristalinos que se empañan ante el dolor, vagina que sangra porque no puedo con tanta energía en mi interior, un cuerpo de mujer que desecha sangre en calma para decirle al mundo, mira: si tanta es tu sed de humano de aquí toma, bebe de mí.

Y mientras cumplo con las horas de servicio, mientras en mi mundo siga existiendo el hombre que se arrodille ante un conde, el niño que encienda un cigarro y destruya sus coches, labios carnosos y encías podridas, hologramas parlantes y vigas vencidas; seguiré adorando a los hombres y mujeres sin cara, porque apuesto más a un dulce beso en el alma que a un arreglo de flores sin ramas.

Me hiere porque yo soy el vendedor ambulante sin horas para el almuerzo, soy el pétalo del girasol que rindió su lucha contra el viento, soy un bebé en carreóla y soy la madre de una niña loca. Soy el hombre succionando el perfume de mujer, soy adolescente en patineta y el sonido de una copa de cristal. Monumento a los Niños Héroes y mosaico tapatío, soy campana de Arandas y café molido en Tapalpa. Fuí un adulto caducado y seré embrión germinado, flor y semilla y codos. Y salvaje que tala y poda sin saber de jardinería, salvaje inhumano que fumigó a los grillos sin reconocer al hermano y confundió la petición del vecino atribuyendo el triste canto a un perro nocturno. Cierro el libro y abro los ojos, a sabiendas que duele hacerlo y la soledad persiste, prefiriendo abrir las pastas duras y cerrar los ojos a la calle.

Besando a diario hombres sin boca, porque muchas bocas sin hombres ya me han succionado lo suficiente para no poder llorar.



Fotografía: Anónimo

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