Fraude
El corazón está en huelga y no
amará hasta nuevo aviso. Declara su cansancio de gritar al ver impostores, que
le duelen los brazos de tanto agitarlos, dice, intentos inútiles de publicidad.
Que tiene hambre también, se queja constantemente de mareos, a simple vista se
le detecta desnutrición.
El corazón se quedó huérfano y
despedido, a la deriva de un pecho oprimido, que le reduce el espacio y le
aumenta la renta. No tendrá un desenlace armonioso, por eso se prepara con
disciplina y convicción.
El corazón hizo un plantón y
ya no quiere moverse, le duelen las rodillas y la sangre no fluye con
naturalidad, le cuesta trabajo respirar. Los conocidos dicen que el dolor se
debe a su condición errante y el único conocedor afirma esta desgracia, de la
mala suerte, desde luego.
El corazón no reclama, atiende
en silencio, no puede con la logística y el reloj le supone un marcapasos, le
recuerda que cada chasquido es el equivalente a un brinquito de esos que pega
por contento, pero ya no, porque está en huelga, avergonzado de sus congéneres:
antes de llegar acá le habían dicho que corazones ancestros inventaron el
amor y por lo tanto eran expertos en acoger, acariciar y volverse locos.
Frenesí, precipitación e impulsividad, con todo eso venía cargando pero en
ningún lugar se le recibe: su material es obsoleto, señor, le dicen. Se lleva
las emociones al antebrazo y llama a los ojos: sírveme tres lágrimas, en las
rocas, por favor. Y los ojos llora que llora.
Es real que le mintieron: los órganos de sangre son civilizados, tienen muchas cosas que hacer, justo ahora no es
posible atenderle, no es tiempo para amar. Es posible que la sociedad no se
percate de su manifestación, mientras eso sucede, los ojos están para servirle
de lunes a domingo en horario nocturno.
Fotografía: Oleg Oprisco