Valeria

Si me preguntan, proclamaría tu nombre, Valeria, como el nuevo verbo, porque yo lo pronuncio y me sugiere acción, movimiento, una incontenible inundación, si no dime lo que pasa cuando pasas por la habitación y no hay rincón donde no te encuentres, lo mismo ocurre en la cocina, en la terraza, en el parque, en los pasillos de tu escuela.

Valeria, verbo líquido, porque cambias de estado a tu consideración, a veces acuosa, otras impenetrable, casi siempre vaporosa, en las mañanas de invierno rocío, lluvia de otoño, granizo de regadera.

Si me preguntan yo le pondría tu nombre a todas las postales, te enmarcaría en un timbre y te haría llegar como promesa de vida a los hogares donde las bombillas se han fundido, donde no existen las chimeneas, donde el calor los ha abandonado, así leerían «Valeria» y sus corazones se bañarían en lagunas de esperanza, volverían a brillar sus pechos, regresaría el calor de fogata a envolverlos.

Si me preguntan, Valeria, le cambiaría el color a la luna, para que fuera un reflejo de la tuya, así cada día la apreciaríamos roja y podríamos recordar que somos producto de un milagro, que por dentro nos llenaron de sangre y por fuera nos dotaron de universo.

Si me preguntan, prefiero llamar a las cosas por su nombre, soy afine a los acuerdos, pero tu caso es distinto, Valeria, opté por llamarte hermana, sentirme orgullosa de ello, pretender que yo podría ser sustantivo para acompañarte, si tú me lo permites, moverme a tu lado, de oración en oración hasta que la piel nos abandone.



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