Mordaza
El acto de tachar y
borrar es más valioso aún que el acto de escribir, porque arrepentirse, en este
caso, es reconocer que no importa que tanto se exprese acerca del sentir o del
saber, alguien más lo habrá dicho y mejor que nosotros.
Entonces, tachar es
validar la palabra del otro, del que sí supo desbordarse, es engrandecer la
obra de los valientes y si no, al menos su atrevimiento. Es prevenir al mundo de más basura, de más palabrerío, de más discusiones.
Pero tachar no sólo
implica un gesto de humildad es también de generosidad por todo aquel que se libra de la fatiga de leer, de pensar; es anular la tortura del futuro amante
que querrá inevitablemente leer entre líneas y encontrar motivos para la
batalla. Es predisponerse a la decepción de los padres, que siempre nos han
querido emperifollados, bien vestidos y educados: el éxito de ayer y hoy del
que no serán acreedores los bohemios, los incultos, los que optaron por sentir en
vez de trabajar.
Tachar es ahorrarse la
molestia de crear, de exponer, de ser criticado, de ser exiliado, es la guarida que
asegura el alimento, la noche tibia, la aceptación, promesa de sonrisas
postizas, sueños censurados, el balcón de la ciudad.
Tachar y borrar, volver a
pensar, agobiarse incansablemente ¿para qué? ¿para quién? Tachar para encajar,
para caer bien, para no mellar relaciones, para no raspar egos. Borrar para que
ante todo la vida sea llevadera, para no hacer ruido, para que nadie despierte y se enoje.
Tachar para estar siempre
de acuerdo, para evadir culpas, para mantenernos a salvo, para
ocultarnos, para negarnos, para no tener miedo, para figurar en la lista de
abortados.
Tachar. O desgarrarse y
admitir de una puta vez que algo te dolió, que no estás de acuerdo, que te
gusta, que no te gusta, qué piensas, qué sientes, que quieres más rápido, más
lento, más abajo, que quieres saber, que no puedes, que amas ¡que no estas
pinche muerto, carajo!
Tachar, sí, pero para
hacer justicia a las palabras escritas debajo de una línea sentenciera.
Borrar también, pero
para dar oportunidad a que el pensamiento madure y sangre.
Tachar y borrar, sí,
siempre sí, pero para volver, y volver, y volver a intentarlo.
Ilustración: Apollonia Saint Clair