Luz de patio

La luz de patio es distinta de las otras luces de casa,
se distingue de la luz de zaguán, o de la luz de azotea.
La luz de patio tiene la propiedad de exagerar los colores
-con mayor ahínco si se trata de los ojos de un gato-.

Es una luz dibujante que delinea contornos de hojas, de tejas,
de vigas de madera enmohecida, que hasta parece un favor el hongo.

Pero en el patio, no sólo la luz es venerable,
también los sonidos provienen de un coro,
hay golondrinas al acecho, semillas en celo,
polen que viaja de pistilo en pistilo,
y abejas que secundan las primeras voces.

La luz de patio convierte en óleo ese rincón de la casa,
donde cada tres días huele a mayo y el musgo de sus muros canta.
Arquitectura mexicana que cita a su vocero más loable:
"Que las casas sean jardines y los jardines sean casas..."

Y el salitre en el ladrillo nos habla del tiempo,
nos cuenta sus historias de anciano,
del primer nido, del desafortunado desenlace de una tortuga que se extravió en la infancia,
de la visita de una mamá tlacuache y sus siete tlacuachitos,
de la maceta de barro que resbaló y de sus restos jamás se supo,
del calcetín que un día escapó del tendedero...

Y el adoquín apoya al salitre,
completa las historias por si la memoria del ladrillo falla,
recuerda a la escoba que soñó con ser un caballito de palo
y al trapeador que se convirtió en maniquí por sus cabellos largos.

Los cuentos se apilan mientras la luz de patio enrojece,
disponiendo el escenario para cuando sea turno de las cigarras, de los grillos y de los fantasmas,
para que al final del día, la noche arroje su horadado telón
y que la luz de patio aguarde hasta el siguiente amanecer...


Fotografía de Patricia Raíz / la modelo felina es Cleo

Texto inspirado en los poemas de Carmen Villoro

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