Al romper la Perla

Te viví siendo ciudad contigo, llené de smog mis pulmones con tu aire que alguien más contaminó y entre ellos estuve yo. Te ensucié y me ensuciaste y mientras te llenaba de basura me convertía en vertedero. 

Me circularon miles de carros, casi a diario, a excepción de los domingos y días festivos, y encontré la manera de arrollarte a costa de mis pies descalzos y mi irremediable desorientación.

Permití la deforestación de miles de metros cuadrados para que el hormigón creciera en lugar dé y sobre mí. -Mi ciudad imponente, lastimosamente vulnerable-.

Lo que sorprende, no a los distraídos pero sí a mí, es la terquedad de las aves por elegir permanecer a pesar del concreto, desistiendo de la búsqueda del sitio sagrado que aguarda a unas horas de ti y que en mi caso existe más allá de la consciencia, a varias canciones de distancia de lo que fui antes de ser baches y cemento.

Tomé buenas y malas decisiones y en más de una ocasión guardé silencio; acudí a ti en busca de conocimiento y lo concediste, atendiste cada de una de mis solicitudes.

Nos dimos, en partes iguales: amor. Nunca nos faltó sin importar las veces que nos faltamos o de mi esmero en detestarte cada vez que volvías al invierno. 

He de confesar que nunca te tomé en serio, pero doquiera que arribaba, cuando algún curioso me solicitaba el gentilicio, revelaba con mayor ímpetu del necesario: soy tapatía. Sin reparar en mentiras o cargos de consciencia.

Tampoco requiero de tu aprobación, desde el principio supe que una parte de ti me subestimaba y lo entiendo, en tu lugar habría hecho lo mismo, empero, me permitiste la sencillez de ocurrir en ti, erigiendo espacios que poblaría, unos más que otros.

La inconsistencia de nuestras citas, rompió todos los esquemas del compromiso, dotándonos así de la codiciada generosidad del instante. Y ahora, que la permeabilidad nos hizo el favor, me siento honrada por el mestizaje, cargando con tu historia en cada palabra emitida y callada y en cada torpe movimiento.

Después de mí en ti, y de todo este silencio, no guardo dudas al respecto: no nos vamos a morir.


Damian, sobre Beethoven, 2017.

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